martes, 29 de marzo de 2016

Recordada....

¡¡¡Feliz cumpleaños!!!
tan presente,
tan ausente...

Madre que ahora ocupas el lugar,
altar en el que immolo mis rccuerdos,
al rezar.

Dios que me parece tan cercano
que se hizo en tí tan sumamente humano
y frágil,
y tierno,
y canción.

Una sonrisa y
una lágrima
de recuerdo y de añoranza.

Tanto amor dado,
tanta ternura inspirada,
tanto vacío,
por siempre
recordada...


martes, 24 de septiembre de 2013

Ando cabizbajo... tú me señalas el cielo

Ando cabizbajo, tú me señalas el cielo...
No sabes el vacío que dejas,
no puedes imaginar la amargura de mi llanto.

Soy tu niño pequeño
que lloraba desesperado
y al que desde tu cama a mi cuna
calmabas mi pena
cantando.

Hoy, madre,
vuelvo a ser ese niño,
al que llevabas de la mano
a cantarle al resucitado.
Y que hacía sonreir a todos,
porque cantaba tan fuerte
sin miedo y sin reparo.

Y ése del que te sentías tan orgullosa
porque le habías contagiado
esa fé
que tan lejos me ha llevado.

Hoy, madre,
vuelvo a ser ese joven
que escuchaba tus miedos,
tus alegrías, tus fracasos.
Y el depositario de esas lágrimas
que tantas has derramado.

Y al que contabas tu deseo
de encontrarte cara a cara
con el que te ha creado
con las manos limpias...
tan limpias como te las has llevado.

Hoy veo tus lágrimas
tristes y gozosas
cuando me fuí a Africa.
Pero sabes,
través de mis ojos y mis manos
estabas realizando
eso que a tí tanto te hubiera gustado.

Hoy, madre, soy ese hombre
que tú ni habías imaginado.
Pero que lleva muy alto
en el corazón y la cabeza
todo, TODO
lo que tú me has enseñado.







domingo, 22 de septiembre de 2013

Adios

Ella me díó la fuerza para leer estas palabras...


Queridos familiares y amigos. Hoy decimos adios a mi madre. Yo no puedo deciros como el ángel en la noche del sábado santo "no estéis tristes". No puedo evitar el estarlo. 
Pero sé, estoy seguro de que en el Cielo hoy es un día de gran alegría. Alegría porque Dios, ese Dios humilde y misericordioso, cuenta hoy con un ángel más. Estoy seguro de que mi madre ya está con El, con su amado Dios al que tanto ha rezado y adorado toda su vida.
Estoy seguro de que ya está cantándole esas canciones que en sus últimos años no paraba de cantar.

Mi madre ha pasado mucho tiempo en esta Iglesia. Su misa, sus reuniones, en el grupo de limpieza...
Me acuerdo cuando regresaba de una misa diciéndome "¡qué misa más bonita! ¡cuánto hemos cantado!".

Hoy me dirijo a vosotros para deciros que me parece que el mejor homenaje que podemos hacerle es el vivir esta ceremonia con recojimiento, con sentimiento. Y cantando.
Cantemos desde nuestra tristeza esa alegría que ella tiene de estar ya con Dios.

Y también con su madre, la Virgen de la Fuensanta a la que tanto ha rezado. Que ella nos consuele y nos dé esa certeza de que está ya con ellos.

Termino diciéndole la frase que tanto le gustaba y que siempre le hacía sonreir. Con mi último "¡viva la Virgen de la Fuensanta! te decimos adios. 
Cuida de nosotros, sobre todo de Pedro.

Rezemos, cantemos porque sabemos que estás ya gozando de la alegría eterna.


jueves, 3 de mayo de 2012

Ya puedes irte...

Ya puedes irte.
Descansa, déjate llevar de la mano
de Ese que te estaba esperando.

 El camino está abierto,
sin dolor, casi soñando
rodeado de los que con amor
de ti se han ocupado.
Vete, ya has hecho lo que debías,
ya lo has logrado.

 Me dijiste que no querías estorbar,
que estabas cansado.
Descansa, descansa
que tu niña hasta el final de ti se ha ocupado
y tu hijo, el que te cuida,
 en su más grande ternura te ha arropado.

 Vete, reconciliado.
Entre las aguas tranquilas
y esa hierba y esos prados.
Y ese puente de piedra
desde el que seguro que has soñado
que un día te llegaría.
 Pues bien, ya te ha llegado.

 Vete envuelto en esa sábana blanca
en la que desde mi pena he dejado
una lágrima triste, mi pequeño regalo.

 Y no te preocupes por ella
que en su ceguera te ha acariciado
y con un beso inocente
con su amor te ha liberado.
Ha rezado a tu lado,
te ha dicho ¡guapo!
y nosotros, ante tanta ternura,
te hemos llorado.

 Vete,
 tranquilo,
 goza,
 vive desde esa eternidad
en nuestro corazón de hijos reconciliados.

 El menor te indica el camino,
quizás es lo que querías
porque me has esperado.


  ¡Piadoso Jesús, nuestro Señor, dales el descanso,
dales el descanso eterno!

sábado, 31 de diciembre de 2011

Un poco de egocentrismo...

31 de diciembre.
Siempre, en estas fechas, uno intenta hacer balance de ese año que termina. Para mí, hoy, es fecha de balance de vida.
El dia 2 de enero cumplo 45 años, la mitad de mi vida si llego tan lejos como mi padre (de momento). No se si llegaré a tanto pero me apetece hacer balance, cerrar los ojos y ver lo que he vivido. Y ¡he vivido tanto...!

45 años. Varias etapas en las que he intentado vivir, sobrevivir a veces...
No me arrepiento de nada. Todo tiene un sentido, todo era necesario para llegar hoy a ser el que soy.

Me acuerdo de esa infancia en Martos. En ese piso de la calle Príncipe Felipe. Mis padres, mis hermanos mayores... Mi soledad. Crecí en soledad, tejiendo una espiritualidad que me salvaba de ella. Creándome una vida en la que crecer. Esa vida que me daba miedo porque no estaba armado para afrontarla, disfrutarla...
Encerrado en mí mismo, viviendo por procuración vidas inventadas, bellas. Creándome paises lejanos, imperios en los que yo era otros.

Infancia y adolescencia en los que me forjé una fé salvadora. Esa de la que aún hoy vivo. La que se ha ido transformando dándome confianza, ayudándome a encontrar un lugar, un puesto en esta vida a la que llegué, a veces creía yo, por equivocación.
Adolescente introvertido, incapaz de ir hacia los otros como me hubiera gustado. En la parroquia, con los otros jóvenes, siempre en la sombra y rabiando por dentro porque no quería quedarme ahí.
Poco a poco fuí encontrando fuerzas para salir de mí mismo.




De esa adolescencia silenciosa (autista, dirían algunos) fuí saliendo soñando. Mi puerta de escape fué adoptar una vida enteramente dada a los otros, esquivando el espejo que podía reflejar algo que no fuera bueno.
Y me lanzé a corazón abierto en la carrera de intentar construir un mundo mejor, un mundo solidario. Mi sueño era perderme en ese basto mundo de injusticias e intentar aportar un poco de consuelo a los olvidados.
Fuí sincero, inocente incluso. Y pasé por esa etapa de generosidad desgarradora, de sueño altruista. Me sentía casi feliz, protegido de mí mismo y al mismo tiempo creándome un caparazón, una imagen que los otros aceptaran.
Iba buscando amor. Intentaba reconstruir una imagen dañada desde el principio.
Y disfruté sobrepasando obstáculos interiores, creándome más y más una imagen de héroe que fuera protectora y consoladora.


En Africa seguía sufriendo de soledad. Mi sueño se hacía realidad, rodeado de esas gentes que descubría felices dentro de su pobreza. Yo estaba allí, compartiendo sus vidas. Paseándome en mi motocicleta en esos campos desolados en estación seca, perdiéndome entre las plantas de mijo en la de lluvias...
En España pasaba por un modelo. Esa imagen la fuí creando yo, la necesitaba.
Y sin embargo mi propia imagen era desastrosa.
Poco a poco me iba comprometiendo en un camino que no me hacía feliz. Porque me olvidaba de algo fundamental: yo.


De regreso a Europa pasé un año de transformación. Yo en mi capullo, sufriendo intensamente una transformación vital dolorosa. Dándome cuenta de que en todo lo vivido me había olvidado de mí mismo. Aún más, me daba cuenta de que inconscientemente me había ido creando una imagen interior tan horrible que me daba miedo ver. En esa etapa de metamorfosis cada descubriento era un desgarro, cada decisión un paso en el vacío. Tenía miedo de salir de ese capullo protector porque temía que la mariposa no fuera lo bella que los otros querían, aunque en realidad era yo mismo quien no soportaba ser otro que el que los demás esperaban ver en mí.

Pero el capullo se rompió. Y fué mi fé la que me dió alas para romperlo. Encontré la fuerza en ese "aunque hablara todas las lenguas...aunque tuviera el don de profecía... aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres...aunque entregara mi cuerpo a las llamas si no tengo amor, si no ME amo, de nada sirve".

Y el amor de sí mismo empieza por la aceptación. Fué una carrera llena de obstáculos, la mayoría resistencias interiores, resquicios de ese espejo en el que me miraba con los ojos de los otros.

En esa etapa descubría todos los días algo nuevo, bueno, amable...
Siguieron años de lucha interna, de búsqueda de serenidad. Fué una batalla sin trincheras. Todo tenía que salir. Lágrimas por lo que fué y por lo que no llegó a ser para poder empezar a aceptarme plenamente. Y aceptar a los otros. Y ver que en mi lucha por la felicidad... me había olvidado de esa felicidad que llevo en mí dentro desde que nací.


Hoy soy un hombre feliz, relativamente feliz porque siempre quedan resquicios de esas luchas, de esas vidas, de esos espejos equivocados en los que he mirado.
Hoy me siento armado, por fin, para afrontar esa vida, para aceptar la inseguridad de esta vida de ser humano, de simple ser humano. Y me siento armado con esa armadura transparente que es la mirada amable hacia mí y hacia los otros. Palabras como perdón, comprensión y aceptación cobran otro sentido. Hacia mí y hacia los otros.


No he elegido mi vida. Creo que nadie la elige. Pero sí creo que se puede conseguir que esa vida sea algo bonito.
Creo, sí, creo.
Fé en mí, en el hombre, en ese Dios de mi infancia que me ha acompañado todo el camino... En esa libertad que te da el saber que todo es relativo y que lo que importa es la mirada consoladora, la aceptación gratuita, ese hombro que puede servir para que otros se apoyen, ahora sí, fuerte, consciente de sus fragilidades, de sus heridas.



Me quedan otros 45, quizás menos. Y miro hacia adelante con optimismo. No tengo proyectos impresionantes. Solo intento descubrir lo que la vida, la soledad, la amistad sincera, el amor, la fé... me ponga por delante.
Creo que soy feliz. Soy consciente de la suerte que tengo. Y agradezco sin ningún reparo a mis padres por haber hecho lo que han podido. Se han equivocado, seguro. Pero han hecho lo que han podido. Y hoy puedo reirme con mi madre como nunca me he reido con ella. Y con mi padre... hoy puedo mirarlo, aceptarlo porque es como es. Porque ellos han vivido como han podido.

Y puedo decirle a Pedro que ha sido y es un ejemplo de coraje. Y a Ana que me gustaría que habláramos de corazón a corazón. Y a Javi que me gustaría que fuese feliz.

Y a todos los que habéis tenido la paciencia de permitirme un gesto de egocentrismo leyendo ésto que he escrito deciros que aquí estoy, con mis 45, con lo aprendido, con lo sufrido y también, cómo no, con lo mucho gozado con vosotros.
Y dispuesto a seguir gozando, disfrutando cuando nos veamos. Y si no nos vemos, con el recuerdo cálido de esos encuentros que también me han construido.

Un besazo

miércoles, 24 de agosto de 2011

Arrebato


Te miro, te espero. Te anhelo.
Te vas acercando sin llegar.
Me dejas imaginar tu sabor,
me haces añorar ya tu roze.

Te mueves a tu ritmo,
dueño y señor.
Sólo existes tú.

Juegas conmigo
parece que sabes que te espero
alucinado.

Y la urgencia se hace sitio en mi espera
Y te deseo, en cuerpo y alma te deseo.


Me resigno a esperar, sin tristeza.
Me conformo a tu voluntad, la acepto, me someto.

...
...

Me rozas y exulto.
Me acaricias y las lágrimas aparecen.
Vuelves a tocarme
y toda mi piel se eriza,
mi cuerpo se estremece.

Sigues jugando conmigo.
Después de algunos intentos más, vuelves a rozarme.
Un poquito más cada vez...
Y me vas besando, me vas abrazando...
Y me arrastras, me llevas... me entrego.

Me siento parte de tí,
me atraes hacia tu fondo obscuro...
Seduces y das miedo a la vez.
Reconozco tu poder. ¡Me siento tan pequeño!

Y te hablo, dulcemente.
Te acaricio con palabras
te cuento mis sueños y esperanzas, mis miedos más profundos...

Me serenas, me consuelas.

Vas y vienes,
me hundo en la arena.
Mi cuerpo se hace oración
ante tanta hermosura,
ante tanto poder.

Ya es de noche.
Sólos el mar y yo
compartiendo ese secreto.
Volveré, intentaré volver pronto
y sentir tus caricias, tus besos,
tu presencia...

viernes, 13 de mayo de 2011

Pilares


Leo en tu mirada, te conozco muy bien.
Percibo tus pensamientos, siento tu recelo.
Desconfías. De todo, de todos.
¡Qué difícil es crecer! ¡Qué duro caminar sólo en la vida!
Me pregunto.
Me indigno.
¿Qué mundo es éste que te hemos construido?
¿Qué herencia la que te dejamos?
¿Tan mal lo hemos hecho?
¡Hemos creado una sociedad tan dura!


Te observo cuando no me ves. Has cambiado tanto. Has crecido.
Pareces un hombre pero, sigues siendo un niño.
Ese pequeñín que me agarraba la mano tan fuerte cuando temía perderse en medio de la multitud.
¡Me necesitabas tanto! Te sentías tan seguro cuando te llevaba, agotado de nuestras largas caminatas los domingos, sobre mis hombros. ¡Qué dulce cruz llevaba! ¡Qué ser tan feliz, tan completo me hacías sentir! Y cuando te acostaba… esos ojillos cerrados, esa sonrisa permanente en tus labios de niño feliz, de niño seguro, de ser amado.

Pero… el maldito tiempo pasa. Para todos.
Ya sé, sé que está bien así. Sé, que es ley de vida, que el pajarillo tiene que volar…
Y vuelas. O por lo menos lo intentas.

Aunque no me veas, te siento. Aunque no me sientas, te escucho…

Crees que los otros esperan algo de ti, pero no sabes bien el qué.
No tienes ni idea… Intentas adaptarte.
Yo sé que no. Sé que no eres como los otros.
Eres único. ¡Vuela! ¡Vuela!
Y cada aleteo me duele en el alma. Y cada pasito tembloroso te aleja…

Y vas caminando, poquito a poco. Vas sorteando los obstáculos. Vas viendo las trampas.
Con el tiempo vas aprendiendo la dura tarea de sobrevivir.
Y te condenas a ese color gris, ese triste gris de una tarde plomiza de enero… mundo gris, grises ideas, gris salvación.


Quisiera ayudarte, quisiera que aún fueras pequeño para estrecharte en mis brazos y protegerte.
Salvarte
de ese monstruo que se esconde debajo de la cama, con esos brazos enormes, esos tentáculos que intentan apoderarse de ti… No temas, estoy ahí como antes, como siempre.

Para darte todo el cariño que necesitas, esa seguridad de la que ahora careces.
Pobre hijo mío.

Si yo pudiera… Si tú quisieras…
Pero no, aunque me duela en el alma, no.
No sé si es mejor así. Sea lo que sea, ahí estoy.
Presente
a tu lado,
esperando…

Esperando para servirte de pilar, de columna, de pañuelo
cuando el temido momento
en el que una lágrima de soledad
se te escape…

Quieres vivir, tienes que seguir.
Pero te cuesta, ¡ay como te cuesta!